La voz de aquel día

Pongámonos serios.

La voz de aquel día es una serie abierta en la que trato de visibilizar un tema que está ahí, a la vista de todos, pero que se ha normalizado tanto que se ha vuelto invisible.

Hablo de esos comentarios y comportamientos vacíos que nos hacen sentir incómodas sin saber muy bien cómo actuar, y a los que no se les da la importancia que realmente tienen, quedando en el olvido como simples anécdotas.

Sitúo al espectador en espacios que transportan a estas experiencias, llenas de angustia, incertidumbre y desconfianza.

Si tú también quieres compartir tu caso o crees que puedes aportar a este proyecto de alguna manera, no dudes en escribirme.

Una noche más

‘‘Volvía a casa por la noche. Era viernes o sábado, serían las 3h o así. En el metro no tuve ningún problema y en la salida tampoco. Caminando hacia mi casa me di cuenta de que había un grupo de hombres que caminaban detrás de mí. Me puse nerviosa. Empezaron a silbarme y a decirme cosas y no había nadie a mi alrededor, solo estaba yo. Me asusté muchísimo y empecé a aligerar el paso.
Justo en esa zona tengo familia, pero eran las 3 de la mañana y no quise picarles, así que me metí en el portal pensando que pasarían de mi, pero no pasaron para delante, se callaron del todo. Cuando me asomé vi que se habían quedado parados al otro lado de la calle y estaban hablando entre ellos, así que aproveché y salí escopeteada para mi casa.
A raíz de esa experiencia dejé de volver en metro por la noche. Prefería coger el autobús aunque tardase 1 hora en llegar a casa, o esperar a que amaneciese si volvía de fiesta, o quedarme en casa de alguna amiga y volver al día siguiente con tal de no pasar por esa zona sola de noche’’.

Laura (28) Barrio de Fondo - Sta Coloma de Gramanet

La caricia

‘‘Estaba en Madrid en un hostal, pasando la noche con una amiga, compartíamos habitación. Por la noche me dio sed así que me levanté y fui a coger una botella de agua a la máquina que estaba en la cocina. Era un hostal barato, con zonas comunes, y la cocina no tenía mucha cosa, había una isla con taburetes para sentarse a comer y poco más. Cuando volvía para la habitación, estaba por ahí el dueño del hostal, un hombre de unos cuarenta y muchos años.
Me dijo ‘‘Buenas qué tal?’’ y le contesté ‘‘Buenas, buenas, bien todo’’ y me preguntó qué tal por Madrid, qué habíamos visto y eso. Empezamos a hablar y me senté en un taburete en la isla de la cocina. Estuvimos hablando sobre ciudades y turismo. Como sabía que mi amiga y yo veníamos de Ibiza salieron los estereotipos de la isla, que si la fiesta, las drogas, lo típico que piensa todo el mundo cuando dices Ibiza, así que yo le empecé a contar que es una isla preciosa, la vida fuera de temporada, etc, temas normales de turistas.
Después de un rato miré el reloj y le dije que me iría a dormir pronto. Seguimos hablando nada, unos 5 o 10 minutos más, y de repente él caminó hasta el lado en el que yo estaba sentada, apoyada en la botella de agua, se acercó a mí y me dijo ¿sabes que eres muy guapa? mientras me pasaba la mano por la cara.
Me puse de pie de golpe, le dije ‘‘no, no, no’’ y me encerré en la habitación. Me sentí tan violenta sin haber hecho nada. No entendí qué había pasado por la cabeza de ese hombre cuando la conversación no daba pie a nada. Fue muy desagradable.
Me tumbé en la cama llorando y llamé a mi novio para contárselo’’.

Alba (26) Ibiza

Próximamente

Y ahora yo qué hago

‘‘Salía de una fiesta de cumpleaños en Barberá, ya serían las 3 de la mañana y unos amigos se ofrecieron a acompañarme a casa porque yo era la única que vivía en la zona alta. Les dije que no hacía falta que ya me iba yo sola.
De camino a casa, cruzando una calle vi en una esquina de una panadería a una chica medio tumbada, casi tirada en el poyete. Me acerqué a ella y vi que estaba llorando. Le pregunté si estaba bien pero solo me miraba con miedo, medio temblando, sin saber contestarme. Insistí y seguí preguntándole qué le pasaba y si podía ayudarla en algo. Se notaba que había bebido más de la cuenta y que iba pasada de vueltas pero después de un rato intentando hablar con ella se consiguió calmar y empezó a hablar.
Me cuenta que venía de fiesta, que la acababan de forzar y se había quedado ahí tirada.
Cuando me dijo todo esto a mí se me cayó el alma al suelo y me quedé pensando ¿y ahora yo qué hago?.
Eran ya las 5 de la mañana entre que hablaba con ella y la intentaba calmar y en medio de esta situación de repente pasó un coche y se paró. Iban dos hombres con las ventanillas bajadas, me acuerdo perfectamente que era un Opel gris, y empezaron a gritarnos ¡Rubias! ¿Qué hacéis ahí? Claro, yo les contesté y les dije que se fueran, y entonces siguieron gritando que cómo tan solas, que fuéramos con ellos, que nos daban una vuelta, y al ver que no conseguían nada se marcharon.’’.
Después de esto intenté localizar a los padres de la chica desde su móvil pero no contestaban. Le pregunté si quería llamar a la policía y me dijo que no quería molestarme más, que solo quería ir a su casa. Así que llamé a un taxi y esperé con ella a que llegara para recogerla y se fuera. ¿Qué sería de ella después? Pues ya no lo sé’’.

Ariadna (22) Barberá del Vallés

No hay prisa

‘‘Fue hace muchos años. Mi marido llevaba unos días fuera por trabajo y todavía le quedaban un par de semanas. Una de esas tardes estaba paseando con el niño pequeño, que iba en el carrito, y antes de que anocheciera decidí volver a casa. Me quedaban unos 15 minutos andando.
Serían las 19h cuando se me acercó un hombre joven, de unos 30 años, para preguntarme dónde iba. Le ignoré y seguí caminando. Insistió y empezó a jugar con mi hijo. Aparté el carrito y siguió preguntandome que dónde iba y por qué estaba sola. Le dije que mi marido estaba esperandome y que me dejara tranquila, que tenía prisa. No me creyó y se ofreció a acompañarme donde fuera que estuviera mi marido.
Me puse nerviosa y lo primero que vi abierto fue una farmacia, así que entré y se lo expliqué al farmacéutico. El chico estaba fuera esperándome.
Estuve dentro un buen rato hablando con el dueño de la farmacia hasta que el hombre se cansó de esperar y se fue. Me quedé unos minutos más para asegurarme de que se alejaba y volví a casa lo más rápido que pude. Tenía miedo de que pudiera seguirme sabiendo que estaba sola con el niño.
No pasó nada más, pero nadie se comporta de manera tan intrusiva sin un motivo’’.

Pamela (55) Madrid

Próximamente

El vigilante

‘‘Año 2001. Tenía 18 años y me eché un novio en la facultad, en mi primer año. Él era de Sevilla y yo de Utrera. Aparte de vernos en clase, los viernes por la tarde venía para Utrera en tren. Después yo siempre lo acompañaba a la estación para que cogiera el último de vuelta a Sevilla, a las 23h. Siempre repetíamos este patrón cada semana.
Y en algún lugar de la memoria aparece un coche que siempre estaba ahí a esa hora. Era un coche que no llevaba a nadie al tren ni tampoco esperaba. Nunca vi a nadie que se montara en él. Pero cuando yo dejaba a mi novio en la estación y me iba a casa, entonces es cuando arrancaba y empezaba a andar.
Recuerdo algún momento de ir caminando a casa y mirar dentro y que el conductor me estuviera mirando. Cuando me dí cuenta de que esto se repetía cada semana me quedé con el número de matrícula.
Nunca pasó nada pero realmente me podía haber pasado algo, me podía haber secuestrado, me podía haber hecho cualquier cosa porque era relativamente tarde, yo era jovencita y estoy segura de que conocía mis horarios''.

Eloísa (34) Barcelona

Cada día igual

‘‘Bueno lo mío no es algo puntual, es algo de todos los días.
Yo vivo lejos, y desde principio de curso cada mañana para venir a la escuela siempre cojo el autobús en la penúltima parada, antes de que vuelva a comenzar la ruta. En la siguiente parada siempre se sube un hombre mayor, de unos 70 años. Siempre sube, mira dónde estoy y se sienta delante, detrás o incluso en el asiento de justo al lado, aunque el autobús esté vacío. Esto es cada día. Nunca me dice nada, simplemente me busca y me mira.
Una tarde iba con mi tía, pasamos por delante de la parada y él estaba ahí. Se lo dije a mi tía y me comentó que ese hombre tiene un historial conocido, que se sabe que maltrata a la mujer y a las hijas en casa.
Cuando me dijo esto decidí ir a la policía y con solo dar un par de datos ya sabían de quién les hablaba. Me explicaron que ya había tenido problemas con menores y otras quejas de este tipo, pero que no podían hacer nada porque no puedo denunciar solo por mirar.
Aún así, como ya tienen su expediente y sabiendo que todas las mañanas se sube a la misma hora en la misma parada, la policía fue a alertarle. Durante 4 semanas ha dejado de venir, hasta antes de ayer que volvió a subirse y a repetir lo de cada día: sube, me busca, se sienta a mi lado y me mira’’.

Anna (18) Barcelona

Próximamente

La voz de aquel día

Pongámonos serios.

La voz de aquel día es una serie abierta en la que trato de visibilizar un tema que está ahí, a la vista de todos, pero que se ha normalizado tanto que se ha vuelto invisible.

Hablo de esos comentarios y
comportamientos vacíos que nos hacen sentir incómodas sin saber muy bien cómo actuar, y a los que no se les da la importancia que realmente tienen, quedando en el olvido como simples anécdotas.

Sitúo al espectador en espacios que transportan a estas experiencias, llenas de angustia, incertidumbre y desconfianza.

Si tú también quieres compartir tu caso o puedes aportar algo más a esta serie no dudes en escribirme.

#1

Una noche más

‘‘Volvía a casa por la noche. Era viernes o sábado, serían las 3h o así.

En el metro no tuve ningún problema y en la salida tampoco. Caminando hacia mi casa me di cuenta de que había un grupo de hombres que caminaban detrás de mí. Me puse nerviosa. Empezaron a silbarme y a decirme cosas
y no había nadie a mi alrededor, solo estaba yo. Me asusté muchísimo y empecé a aligerar el paso.

Justo en esa zona tengo familia, pero eran las 3 de la mañana y no quise
picarles, así que me metí en el portal pensando que pasarían de mi, pero
no pasaron para delante, se callaron del todo. Cuando me asomé vi que se
habían quedado parados al otro lado de la calle y estaban hablando entre
ellos, así que aproveché y salí escopeteada para mi casa.

A raíz de esa experiencia dejé de volver en metro por la noche. Prefería
coger el autobús aunque tardase 1 hora en llegar a casa, o esperar a que
amaneciese si volvía de fiesta, o quedarme en casa de alguna amiga y
volver al día siguiente con tal de no pasar por esa zona sola de noche’’.

Laura (28)
Barrio de Fondo – Sta Coloma de Gramanet

#2

La caricia

‘‘Estaba en Madrid en un hostal, pasando la noche con una amiga, compartíamos habitación.

Por la noche me dio sed así que me levanté y fui a coger una botella de agua a la máquina que estaba en la cocina. Era un hostal barato, con zonas comunes, y la cocina no tenía mucha cosa, había una isla con taburetes para sentarse a comer y poco más. Cuando volvía para la habitación, estaba por ahí el dueño del hostal, un hombre de unos cuarenta y muchos años.

Me dijo ‘‘Buenas qué tal?’’ y le contesté ‘‘Buenas, buenas, bien todo’’ y me preguntó qué tal por Madrid, qué habíamos visto y eso. Empezamos a hablar y me senté en un taburete en la isla de la cocina. Estuvimos hablando sobre ciudades y turismo. Como sabía que mi amiga y yo veníamos de Ibiza salieron los estereotipos de la isla, que si la fiesta, las drogas, lo típico que piensa todo el mundo cuando dices Ibiza, así que yo le empecé a contar que es una isla preciosa, la vida fuera de temporada, etc, temas normales de turistas.

Después de un rato miré el reloj y le dije que me iría a dormir pronto. Seguimos hablando nada, unos 5 o 10 minutos más, y de repente él caminó hasta el lado en el que yo estaba sentada, apoyada en la botella de agua, se acercó a mí y me dijo ¿sabes que eres muy guapa? mientras me pasaba la mano por la cara.

Me puse de pie de golpe, le dije ‘‘no, no, no’’ y me encerré en la habitación. Me sentí tan violenta sin haber hecho nada. No entendí qué había pasado por la cabeza de ese hombre cuando la conversación no daba pie a nada. Fue muy desagradable.

Me tumbé en la cama llorando y llamé a mi novio para contárselo’’.

Alba (26) Ibiza

#3

Próximamente

#4

Y ahora yo qué hago

‘‘Salía de una fiesta de cumpleaños en Barberá, serían las 3 de la mañana y unos amigos se ofrecieron a acompañarme a casa. Les dije que no hacía falta, que ya me iba yo sola.

De camino a casa, cruzando una calle vi en una esquina de una panadería a una chica medio tumbada, casi tirada en el poyete. Me acerqué a ella y vi que estaba llorando. Le pregunté si estaba bien pero solo me miraba con miedo, medio temblando, sin saber contestarme. Insistí y seguí preguntándole qué le pasaba y si podía ayudarla en algo. Se notaba que había bebido más de la cuenta y que iba pasada de vueltas pero después de un rato intentando hablar con ella se consiguió calmar y empezó a hablar.

Me cuenta que venía de fiesta, que la acababan de forzar y se había quedado ahí tirada.
Cuando me dijo todo esto a mí se me cayó el alma al suelo y me quedé pensando ¿y ahora yo qué hago?.

Eran ya las 5 de la mañana entre que hablaba con ella y la intentaba calmar y en medio de esta situación de repente pasó un coche y se paró. Iban dos hombres con las ventanillas bajadas, me acuerdo perfectamente que era un Opel gris, y empezaron a gritarnos ¡Rubias! ¿Qué hacéis ahí? Claro, yo les contesté y les dije que se fueran, y entonces siguieron gritando que cómo tan solas, que fuéramos con ellos, que nos daban una vuelta, y al ver que no conseguían nada se marcharon.

Después de esto intenté localizar a los padres de la chica desde su móvil pero no contestaban. Le pregunté si quería llamar a la policía y me dijo que no quería molestarme más, que solo quería ir a su casa. Así que llamé a un taxi y esperé con ella a que llegara para recogerla y se fuera. ¿Qué sería de ella después? Pues ya no lo sé’’.

Ariadna (22) Barberá del Vallés

#5

No hay prisa

‘‘Fue hace muchos años. Mi marido llevaba unos días fuera por trabajo y todavía le quedaban un par de semanas.

Una de esas tardes estaba paseando con el niño pequeño, que iba en el carrito, y antes de que anocheciera decidí volver a casa. Me quedaban unos 15 minutos andando.

Serían las 19h cuando se me acercó un hombre joven, de unos 30 años, para preguntarme dónde iba. Le ignoré y seguí caminando. Insistió y empezó a jugar con mi hijo. Aparté el carrito y siguió preguntándome que dónde iba y por qué estaba sola. Le dije que mi marido estaba esperándome y que me dejara tranquila, que tenía prisa. No me creyó y se ofreció a acompañarme donde fuera que estuviera mi marido.

Me puse nerviosa y lo primero que vi abierto fue una farmacia, así que entré y se lo expliqué al farmacéutico. El chico estaba fuera esperándome.

Estuve dentro un buen rato hablando con el dueño de la farmacia hasta que el hombre se cansó de esperar y se fue. Me quedé unos minutos más para asegurarme de que se alejaba y volví a casa lo más rápido que pude. Tenía miedo de que pudiera seguirme sabiendo que estaba sola con el niño.

No pasó nada más, pero nadie se comporta de manera tan intrusiva sin un motivo’’.

Pamela (55) Madrid

#6

Próximamente

#7

El vigilante

‘‘Año 2001. Tenía 18 años y me eché un novio en la facultad, en mi primer año.

Él era de Sevilla y yo de Utrera.

Aparte de vernos en clase, los viernes por la tarde venía para Utrera en tren. Después yo siempre lo acompañaba a la estación para que cogiera el último de vuelta a Sevilla, a las 23h. Siempre repetíamos este patrón cada semana.

Y en algún lugar de la memoria aparece un coche que siempre estaba ahí a esa hora. Era un coche que no llevaba a nadie al tren ni tampoco esperaba. Nunca vi a nadie que se montara en él. Pero cuando yo dejaba a mi novio en la estación y me iba a casa, entonces es cuando arrancaba y empezaba a andar.

Recuerdo algún momento de ir caminando a casa y mirar dentro y que el conductor me estuviera mirando. Cuando me dí cuenta de que esto se repetía cada semana me quedé con el número de matrícula.

Nunca pasó nada pero realmente me podía haber pasado algo, me podía haber secuestrado, me podía haber hecho cualquier cosa porque era relativamente tarde, yo era jovencita y estoy segura de que conocía mis horarios».

Eloísa (34) Barcelona

#8

Cada día igual

‘‘Bueno lo mío no es algo puntual, es algo de todos los días.

Yo vivo lejos, y desde principio de curso cada mañana para venir a la escuela siempre cojo el autobús en la penúltima parada, antes de que vuelva a comenzar la ruta. En la siguiente parada siempre se sube un hombre mayor, de unos 70 años. Siempre sube, mira dónde estoy y se sienta delante, detrás o incluso en el asiento de justo al lado, aunque el autobús esté vacío. Esto es cada día. Nunca me dice nada, simplemente me busca y me mira.

Una tarde iba con mi tía, pasamos por delante de la parada y él estaba ahí. Se lo dije a mi tía y me comentó que ese hombre tiene un historial conocido, que se sabe que maltrata a la mujer y a las hijas en casa.

Cuando me dijo esto decidí ir a la policía y con solo dar un par de datos ya sabían de quién les hablaba. Me explicaron que ya había tenido problemas con menores y otras quejas de este tipo, pero que no podían hacer nada porque no puedo denunciar solo por mirar.

Aún así, como ya tienen su expediente y sabiendo que todas las mañanas se sube a la misma hora en la misma parada, la policía fue a alertarle. Durante 4 semanas ha dejado de venir, hasta antes de ayer que volvió a subirse y a repetir lo de cada día: sube, me busca, se sienta a mi lado y me mira’’.

Anna (18) Barcelona

#9

Próximamente